miércoles, 24 de agosto de 2011

La soledad de las multitudes.


Y bueno, para nadie es un secreto que vivimos en una ciudad sobre poblada, en todo momento, en todo lugar, estamos rodeados de multitudes: en las calles, en los centros comerciales, en los buses, y hasta (aunque no lo crean) en la iglesia. Resultan escasos, aquellos valiosos momentos de soledad, momentos de meditación, de reflexión, son cada vez más raros, en especial porque estamos a toda hora bombardeados por radio, televisión, internet, iPod, celular, todo aquello diseñado como herramienta para facilitar la vida, ahora parece hacerla más complicada, en lugar de acortar distancias, permitiendo la comunicación con alguien a kilómetros de donde estamos, limita la comunicación con quien tenemos en frente; las personas son adictas a sus celulares, se sienten indefensos, desnudos si salen de su casa sin alguno de sus aparatos; acepto mis adicciones, y trabajo para superarlas y recordar cómo era mi vida antes de todo esto, creo que era más simple.

A pesar de estar hasta 1 hora metidos entre un bus, con compañeros de ruta, que probablemente vemos casi que a diario, somos expertos en ignorar, en hacernos los ciegos, los mudos, los sordos; “desconociendo” las necesidades de una persona, con preocupaciones y una vida como la nuestra. Se sube un ladrón al bus, y es rara la ocasión en que él no consigue su botín, gracias a la solidaridad de los pasajeros, todo el mundo se queda callado, por miedo a que le pase algo, protegiendo ya no sus bienes, sino su integridad personal, porque cualquier patán con un cuchillo se convierte en una amenaza para nuestros.

En días pasados, vi a un muchacho sentado en una banca en la calle, con cara de preocupación y renegando solo, al borde de las lágrimas, un señor que iba adelante, y yo, y quien sabe cuánta gente mas, nos percatamos del asunto, pero ninguno de los dos fue capaz de hacer nada al respecto, aun sigo sin saber porqué, tal vez miedo a que fuera una trampa.

Pero también existe otro miedo absurdo a ser diferente, a expresar un punto de vista, a hacerse notar; ahora, durante la adolescencia, las personas se creen diferentes por pertenecer a una determinada “tribu”, sin darse cuenta que está mimetizándose entre sus iguales, de nuevo, uno más del montón.

¿Qué pasaría si un día conocemos a alguien en una calle, perdiendo el miedo y la timidez, (dejando afuera el tema de seguridad), encontramos un amigo, en un desconocido con el que nos cruzamos? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario