Somos seres de placeres sencillos, vemos necesario, para llevar el día a día con calma, llenarnos de pequeños detalles que alegran la existencia.
Para algunos es el momento de ponerse los audífonos y apartarse del mundo por medio de la música, para otros, ponerse la pijama y meterse entre las cobijas a ver tv o a leer, el placer de cocinar o de tejer.
Les cuento algunos de mis placeres sencillos: encontrar un postre delicioso, inspirar el olor que emana del interior de un libro, encontrar un sitio de café, donde el barista esté dispuesto a hacer una excepción por mis caprichos; y como en el momento de escribir este post, a mano, ver el vaivén del esfero que está en mi mano, bailando sobre el papel, al ritmo de mi mano, impulsada por la cafeína que acabo de tomar en un delicioso nevado.
Conozco una persona que no disfruta los frutos de sus esfuerzos, todo lo que llega a su vida es algo fútil, así que esta persona decidió empezar a disfrutar de los pequeños placeres; ¿Qué se puede decir? uno no puede simplemente tomar esa decisión, es algo que fluye, como la emoción que se siente al tomarle la mano a esa persona que te gusta, y la emoción que antecede un primer beso; eso no se decide, simplemente se siente.
De la misma manera todos tenemos nuestras manías; las mías por lo general están relacionadas con el orden, como mantener organizada mi ropa o mi biblioteca, o que toda la ropa que me pongo en el día, me tiene que combinar. Otra persona que conozco tiene la manía de mantener limpio el mesón de la cocina, pero a la vez tiene una aversión infinita a lavar los platos.
A la larga, manías y placeres, todos terminan alegrando nuestros días.
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