domingo, 24 de febrero de 2013

De aeropuertos, vuelos y viajeros.

¿Qué tanto dices de nosotros nuestra manera de viajar? mucho más de lo que creemos.

Hay viajeros de todo tipo, el tranquilo, cuando va por el aeropuerto en sandalias y bermudas, como si nada pasara, así afuera el clima sea inclemente; está el precavido, ese que manda a ponerle plástico a la maleta (que tienen doble candado) hasta para un trayecto nacional y que lleva un canguro, donde por supuesto tiene todos los documentos que pudiesen llegar a pedirle las autoridades pertinentes; tampoco falta nunca esa persona correteando por toda la terminal por algún olvido o encargo de última hora.

Están los viajeros de trabajo, que andan con sus maletitas diminutas, pegados al PC, iPad o celular, siempre con afán; los que viajan por placer, que tienen más maletas de las que pueden cargar y tomando fotos por doquier; los regalones, que aprovechan el aeropuerto para llenarse de bolsas con souvenirs para sus seres queridos o la burocracia que deba cumplir, según sea el caso.

Están los que llegan y parten solos, sin que nadie los despida o los reciba y los que tienen un comité de despedida/bienvenida, éstos comités por lo general incluyen uno o dos miembros de la familia llorosos y con pañuelo en mano.

Ya en la sala de espera cada cual mata el tiempo como puede, ya sea en el computador, con música, con un libro o buscando alguien con quien hablar, todos igualmente pendientes de escuchar la tan esperada llamada a su vuelo; algunos se acercan a casa, otros se alejan de ella.

El avión es un universo paralelo, son las mismas personas que estaban en la sala de espera hace apenas unos minutos, pero a la vez son individuos absolutamente diferentes; todos corren para alcanzar a disponer de un espacio en el compartimiento superior, los que tienen miedo de volar intentan encontrar la mejor manera de hacerle el quite a los nervios; los que están en primera clase ven pasar a los que viajan en clase turista y algunos de estos a su vez, miran con envidia a aquellos que ya están sentados, y casi que con una copa de vino blanco en mano. Algo curioso es que la mayoría de viajeros de primera clase, son hombres, luego de analizar esta tendencia llegué a la conclusión que no es simplemente por la comodidad, es una necesidad primitiva que tienen el humano de enviar un mensaje subliminal "En algo soy mejor que usted", así la separación entre una sección y la otra sea apenas de unos metros y una cortinilla de terciopelo barato.

Los dos momentos más temidos durante un vuelo: el despegue y el aterrizaje, los instantes en que el avión está en un silencio sepulcral, mientras todos los viajeros se pegan a la deidad de su preferencia, rogando por que todo salga bien, por que las habilidades del piloto no fallen.

Finalmente se abren las puertas y nuevamente todos se apresuran a bajarse, todos con la prisa de tener un sitio al que deben llegar.


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